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ELENA MIKHAILOVA PORTADA INTERVIU

El pasado diciembre, el científico Hwan-Ching Tai, de la Universidad de Taiwán, presentó la última teoría sobre los violines Stradivarius: la belleza de su sonido no tiene tanto que ver con la madera de arce con la que se hicieron los originales en el siglo XVII, sino con los adulterantes químicos que añadieron los luthiers para proteger el instrumento. Si algo le sobra a Elena Mikhailova es química. Y no son aditivos, su sensualidad y sus virtuosas manos vienen de fábrica. Nacida en Azerbaiyán –”aunque mis raíces son rusas y armenias”, puntualiza–, lleva 25 años viviendo en Madrid, a donde llegó siendo una niña. Hija, nieta y bisnieta de músicos, Elena tiene más de una veintena de premios nacionales e internacionales de violín, actúa como solista con numerosas orquestas sinfónicas, viaja por el mundo educando oídos e interpreta como pocos violinistas las obras de Pablo de Sarasate, ha hecho gira y grabado un disco con el pianista Manolo Carrasco y ahora protagoniza la portada de interviú. En 2010 actuó en Canal Sur vestida con una minifalda, tacones y un top y recibió muchas críticas por su aspecto, incluso insultos. Desde ese día, reivindica la libertad personal de los músicos clásicos: “Quiero romper con los colores grises y negros de la música clásica, un mundo muy cerrado que necesita abrirse. Si mi criticaron saliendo con una falda, imagínate en lencería. Pero no me importa lo que digan. Somos mujeres reales, que también nos sentimos sexis, no extraterrestres. Hay niñas en el conservatorio que no deberían avergonzarse por salir con minifalda o con unos vaqueros a interpretar su música”.

¿Es sexy el violín?

El violín es muy sexy, es un instrumento muy sensual. Del contrabajo, la viola y el chelo es el más agudo, el más pequeño y manejable. Es suave pero fuerte a la vez. Lo tiene todo.

¿Recuerda la primera vez que cogió uno?

Me acuerdo que tenía 6 años. Me lo dio mi padre. Empecé a pasar las cuerdas al aire. Meses después hice una prueba con un violín desafinado y sonaba afinado, todos se sorprendieron.

¿Cómo fue su infancia?

Bastante limitada. Me perdí jugar con amigos, montar en bici... Mis padres no me dejaban porque con 10 años ya estaba dando recitales y tocando con orquestas aquí en España. Mi padre era muy exigente y crítico. Mi violín pequeño estaba lleno de lágrimas.

¿Está obsesionada con el violín?

En plan positivo, sí. No podría vivir sin él. Si un día no toco el violín, me pongo nerviosa, soy capaz de montar un escándalo. Me siento rara.

Tantas horas de ensayo, los viajes, los conciertos… ¿Queda algo de tiempo para el amor?

También me ha afectado en el amor. No tengo tiempo, no soy de las que piensa en tener hijos. Si hago un plan y me llaman para tocar, no lo pienso, cojo el violín y me voy

¿Cómo es su hombre ideal?

Comprensivo. Le tiene que gustar la música. Nunca he estado con un hombre al que no le guste.

¿Por qué gusta tanto como solista?

Tengo capacidad para expresar, para conectar con el público. Con 10 u 11 años interpretaba, por ejemplo, a Mendelssohn y el público salía llorando. No soy la típica violinista coreana que a lo mejor tiene cada nota en su sitio pero le falta alma y emoción.

¿Cómo tienen que ser las manos de una violinista?

Con que tengan diez dedos vale (risas). Con diez dedos se pueden hacer muchas cosas.

¿Por qué intenta modernizar el mundo clásico?

Todo el mundo viste de negro y de largo. Se puede ser bueno con un instrumento, ser premiado, y no ser cerrado. Si no hace falta vestir como una monja para ser una estrella del pop, ¿por qué para la música clásica sí? Romper una tradición es muy difícil, casi imposible. Tienen que pasar muchas cosas y mucho tiempo para que cambie. Tenemos el caso de Vanessa Mae, famosa por mezclar piezas clásicas y pop. Yo quiero romper dentro del mundo clásico. Y me gusta mucho la holandesa Janine Jansen.

¿Ha tocado alguna vez el violín desnuda?

No, en braguitas sí, pero era por el calor (risas).

¿Habrá algo más que le guste aparte del violín?

Me gusta nadar, los gatos, el vino… pero no tengo mucho tiempo. Estoy feliz en mi burbuja, veo la vida a través del violín aunque sepa que me estoy perdiendo otras cosas.

¿Le gusta vivir en España?

Pues claro, he visitado muchísimos países y donde mejor se vive es aquí.

¿Cuál es la pieza que no puede dejar de tocar?

Asturias, de Isaac Albéniz. Parece hecha para mí. La música rusa y la española tienen un parecido. Tengo un 25 por ciento de Armenia y su folclore también es parecido al español. La música española es muy rica, tiene unos elementos muy brillantes…

¿Cuál es su relación con la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada?

En un evento de una de sus tiendas me vio con mi violín y yo le regalé un disco que hice con el pianista Manolo Carrasco. Le gustó tanto que me ofreció tocar en eventos de sus tiendas de París, Nueva York, Madrid… Me di cuenta de que allí el violín se hacía más asequible, no todo el mundo puede pagar por un concierto en el Teatro Real. Además, Agatha es muy talentosa, única, con un carácter muy fuerte y luchadora..

¿Cómo se ha sentido haciendo estas fotos para interviú?

Como una actriz. Como cuando sales al escenario e interpretas la Fantasía sobre Carmen, de Sarasate. Para mí ha sido un reto, me siento más fuerte y no tengo ningún miedo. Quiero ser la primera violinista clásica en hacer una sesión de fotografía erótica, en ser portada de interviú.

Verla tocar, mover sus dedos vertiginosamente luciendo un precioso corpiño que deja intuir toda su hermosura es un espectáculo al alcance de solo unos pocos. En la sesión fotográfica nos regaló una canción. Por eso hemos querido inmortalizar a Elena como hizo el fotógrafo dadaísta Man Ray allá por los años 20 con Kiki de Montparnasse. Un homenaje a El violín de Ingres pero con turbante de Agatha.

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